Katia se jubiló como catedrática de Historia en Canarias. Había ido allí, por decisión propia, en su último año laboral y salió querida por alumnado y profesorado. Y entonces la niña Katia, con sus 65 añitos, reunió a sus hijas e hijos para pedirles un permiso que sabía de antemano aceptado: quería estudiar lo que no le dejó la historia de su vida, Bellas Artes. Y ahí se fue, aprobó el ingreso y se buscó un lugar para vivir esos 5 años de estudianta. Y qué menos que un Colegio Mayor! Su llegada causó cierto estupor en el colectivo, pero al poco tiempo su habitación fue centro de reunión, charla, estudios y risas de chicas y chicos que podrían ser sus nietos, pero acabaron siendo sus grandes amistades.