Katia Acín

Nací en Huesca en 1923. Mis padres fueron Ramón Acín y Conchita Monrás. Mi padre era escultor y pintor y trabajaba de profesor de dibujo en la Escuela Normal de Huesca.

Mi infancia, junto a mi hermana Sol, fue luminosa y feliz bajo el cuidado amoroso de los dos. Bajo la tutela entusiasta de mi padre, me inicié en el dibujo. En agosto de 1936 mis padres fueron fusilados por estar comprometidos con la causa anarquista. Se rompió así un corto y definitivo período de mi vida.

Estudié bachillerato en mi ciudad natal y la carrera de Historia, en la Universidad de Zaragoza. No tuve, durante aquellos años, más relaciones artísticas que las que mi memoria recuperaba de la infancia; y que plasmaba en dibujos sobre soportes como libros de texto, cuadernos de apuntes, folios desechables… Este hábito indisciplinado y espontáneo lo he mantenido a lo largo de toda mi vida.

Me casé en 1946 con Federico, buenísima persona y marido con quien tuve cinco hijos: Katy, Ana, Conchita, Federico y Ramón. Luego hice oposiciones y me dediqué a enseñar Historia. Mi familia y mi trabajo dieron pleno sentido a mi vida hasta que mis hijos se casan, fallece mi marido y yo me jubilo.

Es entonces, a los 65 años, cuando creo llegado el momento de dar salida a mis deseos artísticos tantos años reprimidos. Me traslado a Barcelona al Colegio Mayor Peñafort para cursar la carrera de Bellas Artes. Me licencio en la especialidad de pintura pero me decido por el grabado ya que la dureza de los materiales y el trazo fuerte me transportan a los primeros balbuceos de mi adolescencia truncada.

Ahora tengo diez hijos y once nietos quienes junto a la tenacidad en mi trabajo, del cual la presente exposición es una muestra, llenan este último capítulo de mi vida.

 

:: Katia Acín Monrás.

Texto para el catálogo de la exposición
en el CMU Raimundo de Peñafort.
Barcelona 1996.

BIOGRAFÍA

BIOGRAFÍA

Con poco menos de 13 años y tras una infancia en color, el asesinato de sus padres cambió su vida al blanco y negro. Tras su jubilación logró su sueño, estudiar Bellas Artes y liberar su potencia creativa como grabadora.

CALCOGRAFÍAS

La obra gráfica ha sido el ámbito donde Katia ha podido hacer confluir su deseo artístico con unas obras enmarcadas en la figura humana de rasgos expresionistas que nos evocan un fuerte contenido existencial y simbólico.

XILOGRAFÍAS Y LINÓLEOS

La libertad expresiva del movimiento de las líneas nos reafirman sus cualidades para abordar sin temor los trazos valientes de sus xilografías o linóleos. Nos gustaría dar voz a sus propias palabras…

DIBUJO Y PINTURA

Aunque el campo fundamental de su obra fue el grabado, es interesante la no muy abundante obra pictórica y sus dibujos en los que demuestra una habilidad sin duda heredada de su padre.

¿Qué hacemos?

ESCULTURA

En el último tramo de su vida, Katia comenzó a investigar el volumen. Coherente con su producción gráfica, trasladó esta última a tres dimensiones mediante el moldeado con barro.

¿Qué hacemos?

EXPOSICIONES

Aunque su carrera como grabadora duró poco más de una década, realizó varias exposiciones de sus obras. La más extensa y elaborada (Katia Acín. Obra grtáfica) fue la comisariada en 2010 por Alicia Vela y que contó con la presencia de 200 grabados.

TEXTOS

Aquí podeís acceder a varios textos sobre Katia y a una conferencia quer pronunció en el CMU Raimundo de Peñafort de Barcelona en la que hace un hermoso y a veces hilaranterepaso por su vida.

ÁLBUM DE FOTOS

Una selección de fotografías de la vida de Katia Acín en formato de pase de diapositivas.

¿Qué hacemos?

ÁBUM DE OBRAS

Una selección de obras realizadas con distintas técnicas en formato de pase de diapositivas.

BIOGRAFÍA

 

  • 1923-1936 15 de Octubre
    Se resistió a que le vivieran la vida. Y lo hizo con todas sus fuerzas, aunque nada le resultó fácil. Su patria originaria nunca pudieron arrebatársela. Nace en Huesca el 15 de octubre de 1923 en el seno de una familia en la que se combinaba la inquietud social con la orientación cultural y artística: Conchita, su madre, tocaba el piano con habilidad y su padre, Ramón, ejercía como artista, polemista y profesor de dibujo en la Escuela Normal de Maestros. Una infancia feliz en la que Katia compartía juegos y alegrías con sus primas (Tetena y Mari) y su hermana Sol, dos años más joven que ella. Daba tiempo a todo: trepar las tapias y subirse a los árboles en el Hortal de los Ena era un juego de niños que compartía con la lectura y los primeros dibujos. Pero este capítulo inicial se interrumpe bruscamente el verano de 1936. Le pasó a Katia como a muchos españoles, pero más: el 6 de agosto fusilan a su padre y, diecisiete días después, a su madre. No puede irrumpir la Historia de manera más brusca que aquella que les tocó sufrir a las hermanas Acín. Sol y ella: dos huérfanas en un mundo hostil.
    Katia con Ramón y Conchita, 1924
    Katia y Sol disfrazadas, 1931
  • 1937-1945
    Un hermano del padre y su mujer, Santos y Rosa Solano, se hacen cargo de la educación de las sobrinas y las llevan a Jaca, donde quedarán matriculadas en el Instituto de la ciudad. Sabían que en ese momento podía parecer embarazoso conservar el legado artístico del padre (libros, pinturas, esculturas, dibujos, obra gráfica), pero su determinación es firme, contra viento y marea. De regreso a Huesca al terminar la guerra, se trasladan con sus tíos a un piso alquilado en la casa de Retortillo. Era por su estilo lo único racionalista del momento que les tocaba vivir. Katia termina el bachillerato en el instituto Ramón y Cajal de Huesca y, tras superar el examen de estado que se hacía entonces, se matricula en la Universidad de Zaragoza. Quería ser arquitecta, porque gustaba del dibujo y de los espacios libres, pero al no existir la facultad en su distrito, se matricula en Filosofía y Letras donde terminará especializándose en Historia Medieval, compartiendo clases con Manuel Alvar, Fernando Lázaro Carreter y Félix Monje. En aquellos años de residencia universitaria, vividos de cerca con su amiga Angelines Campo, la juventud quiere imponerse al pasado aunque la desolación y el amargo recuerdo no dejen de estar presentes ni un solo día. Evocaba después con agradecimiento la ayuda que le prestó entonces el sacerdote Lorenzo Bereciartúa Balerdi, más tarde nombrado obispo de San Sebastian.
    Katia en 1940
  • 1946-1964
    En 1946 tiene ya una licenciatura, un pasado y el futuro al que no renuncia. Si el primer capítulo de su vida había sido escrito con luz, el segundo comenzó emborronado de sangre: pero Katia se resiste a la hemorragia. El 18 de noviembre de 1946 se casa con quien será su compañero y amigo durante más de treinta años, Federico García Bragado. Se conocieron años antes en la casa de Retortillo. Era Federico licenciado en Derecho y militar en ejercicio; entre otras tareas, fue profesor de Geografía en la Academia Militar. Sacará posteriormente oposiciones al cuerpo de Secretarios de Administración Local lo que permite a la pareja ampliar escenarios: de Guadalajara primero a Cádiz después para regresar nuevamente a Huesca. Sin embargo, la ruptura de los límites geográficos no es la más significativa de esta etapa, sino la vital: en la década comprendida entre 1947 y 1957, el matrimonio tiene cinco hijos y a su crianza dedican ambos lo mejor que tienen: si Katia aportaba el carácter más resolutivo, Federico templaba a base de “andantes”, siguiendo el movimiento de la música que tanto amaba (durante muchos años fue presidente la Sociedad Oscensede Conciertos). La calle del Parque número 36 es el escenario de una apacible vida familiar acompañada de buen número de amigos como Mariano Añoto. Demasiado apacible para Katia. En 1963 se plantea iniciar una nueva vida profesional y hacer uso de la carrera estudiada. Se encierra a preparar oposiciones con el apoyo de su marido y de Emilia quien le ayudará con su amistad y el cuidado de la casa. No sabemos qué pudo decirle en este trance Luis Buñuel quien le invitó un día a comer, evocando quizá cuando Ramón Acín le había producido su película “Tierra sin pan”.
    Katia y F. García-Bragado, 1944
    Familia de Katia, 1957
  • 1965-1988
    A los 42 años se pone al frente de la sección delegada del instituto de Huesca en Binéfar. Allí da muestras de toda esa vitalidad que tanto terminaron admirando en la ciudad literana: había que poner en funcionamiento el centro y, “Doña Ana María” -que es como se le conocía entonces- crea y crea, experta como es en renacimientos: desde el comedor al mobiliario escolar, pasando por el profesorado o la constitución de un grupo de teatro en el que se integrará como actor su alumno Paco Paricio, quien será después director de los “Titiriteros de Binéfar”. Después de Binéfar viene Zaragoza y, a los 50 años, consigue plaza en el instituto de Huesca donde será compañera de claustro con una de sus hijas. Son los años setenta, años de convulsión política que encontrarán a la familia entera identificada abiertamente con la causa democrática. Pero los cruces entre la Historia con mayúscula y la historia familiar nunca habían sido propicios para nuestra protagonista: el 4 de marzo de 1977 muere su marido tras una dolorosa enfermedad de más de un año; sólo un mes antes de que nazca la primera nieta. Una vez más Katia tiene que hacer frente a una pérdida sustancial y responderá como había aprendido y ejercitado: mirará hacia atrás para seguir adelante. Los cinco hijos más los nietos, la profesión de la enseñanza, la reivindicación de la figura de su padre y la creatividad artística serán los ejes en los que fundamente la vida desde entonces. Dando muestra de una inteligencia emocional poco usual, de nuevo nos la encontramos luchando contra la frontera. Habían pasado 46 años desde el asesinato de Ramón Acín. Era el año 1982, el de la llegada del PSOE al poder, y Huesca celebraba la primera exposición de la obra artística de su padre. Comienza la rehabilitación popular del autor de “las Pajaritas” a la par que la labor de sus hijas Katia y Sol para reivindicar su figura y dar a conocer su propuesta. Nunca abandonará este motivo, convertido en obsesión. Lo hará compatible con su vida profesional, volcada sobre todo en los alumnos en los que aprecia la esperanza mientras combate con empeño la ignorancia. Reconocía en ellos la juventud que llevaba dentro y que siempre le permitió llevarse tan bien con personas de generaciones posteriores a la suya. Obtenida la cátedra tiempo atrás, toma posesión de la plaza de Las Palmas de Gran Canaria el último curso antes de la jubilación.
    Katia Acín, 1970.
    Katia en Arguis, 1980.
  • 1989-2004
    Cuando termina el curso de 1989, Katia tiene 66 años y sigue vivo en ella el empeño de seguir. Dialogar con sus padres y con el mundo lo traduce en este momento en dar rienda suelta a la creatividad plástica que le había acompañado desde niña y que manifestaba con entusiasmo en las clases de Historia del Arte que impartía en el instituto. A los que le conocían, no les extrañó en absoluto la decisión que iba a tomar. Inmediatamente después de su jubilación, Katia se matricula en Bellas Artes de Barcelona para lo que se instala en el Colegio Mayor Raimundo de Penyafort. Cinco años después la tenemos licenciada en la especialidad de Grabado y Pintura: había sido referencia y modelo para todos sus compañeros de facultad y de colegio, asombrados de ver la obra que esta abuela había construido con su vida. Su hermana Sol escribe el último poema en 1998. Dos años antes, Katia presentó en Barcelona la primera exposición de su obra, a las que seguirán cuatro más entre Zaragoza, Barbastro y Huesca. El tiempo se consume inexorable. El 14 de diciembre del 2004, Katia Acín muere rodeada del afecto de todos a los que hizo imaginársela como eterna. Cuando desde 1994 se establece en Altafulla con su hija Conchita, prepara allí su taller y mira al mar mientras hace suyos estos versos de Ángel González: Lo que queda -tan poco ya- sería suficiente si durase. Toda su trayectoria es el vivo ejemplo de que se puede vencer a la muerte. Sin resentimiento: con la acción creadora, simplemente. Y contra todo límite.
    Katia sala exposiones Ayuntamiento de Altafulla, 2002
    Katia, UNED Barbastro 2001

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